Llega un momento en la vida de todo ser humano en el que te detienes y te das cuenta de que has llegado al final del camino por el que caminabas casi por inercia sin ser consciente de estar avanzando.
Es entonces cuando te vuelves observando cómo el camino que dejas atrás va desdibujándose poco a poco, y por más que quieras aferrarte a él y correr en busca de todo lo que dejaste atrás, no puedes. Te preguntas cómo es posible que ayer tuvieras todo el camino por andar y hoy, ahora, has llegado al final.
Mirar hacia atrás te llena de nostalgia. Mirar hacia adelante te da miedo. Por eso es mejor mirar alrededor. Porque es así como descubres que no estás solo, que aquellas personas que han dejado huella en ti, están contigo de alguna manera. Entonces comprendes que cualquiera de los caminos que sigas a partir de este momento estará lleno de sorpresas, reencuentros y nuevas personas que harán de tu viaje algo único.
… una realidad que se transformaba aceleradamente.
Un mundo en el que las distancias se acortan (no en Km. sino en tiempo, naturalmente) e incluso desaparecen. Un mundo en el que las personas y culturas se conectan, mientras se experimenta un crecimiento exponencial a nivel tecnológico y de consumo. Un mundo cada vez más acelerado, complejo e impredecible.
Para hacernos a la idea de la dimensión de estos cambios, veamos algunos de los datos que aporta el vídeo Did you know:
(Para más datos curiosos sobre el uso de Internet, click aquí)
Todos estos cambios tecnológicos suponen que también la forma de vivir, relacionarse, trabajar y comunicar irá cambiando progresivamente, dando paso a un fenómeno del que se habla ya hace mucho tiempo, pero que en mi opinión, tiene cada vez más sentido: La Glocalización.
¿Qué es la Glocalización?
El término Glocalización surge de la suma de dos fenómenos opuestos: la Globalización y la Localización. Empezó a utilizarse en la década de los ochenta en referencia a las prácticas comerciales japonesas. Frente al fenómeno de la globalización, que se asociaba a la homogeneización de las diferentes sociedades y culturas a nivel mundial, surge el fenómeno de la localización, entendida como la reivindicación de las señas de identidad locales.
De esas dos tendencias surge la Glocalización. Primero empezó a aplicarse en el entorno empresarial, cuando las empresas empezaron a notar la importancia de “Pensar globalmente y actuar localmente”, es decir, de “adaptar lo global a lo local”. Por ejemplo, ¿Sabías que la Coca Cola no tiene el mismo sabor en América que en Europa? ¿Qué en Hawaii McDonalds ofrece hamburguesas con piña? ¿O incluso que la publicidad de Ikea en Europa es distinta a la publicidad utilizada en países árabes? Las grandes empresas entendieron enseguida la importancia de adaptar sus propuestas a mercados muy heterogéneos.
Desde entonces, son muchos los ámbitos desde los que se han estudiado las implicaciones de la Glocalización. No obstante, este post no pretende informar a fondo sobre la teoría vinculada a este concepto, sino que se dirige más bien a explicar a nivel personal las oportunidades que abre ver el mundo de manera glocal.
Vivir, pensar, soñar… Glocalmente
Vivir glocalmente, para mí, significa abrir la mente y entender que formamos parte de una realidad más grande que la que compone nuestro día a día. Significa entender que somos ciudadanos del mundo, sin olvidar nuestra identidad y nuestras raíces. Todos los seres de la tierra venimos y nos vamos del mundo de la misma manera, a pesar de las diferencias existentes. No somos iguales, pero vivir glocalmente implica estar dispuestos a conocer y aceptar la diversidad y enriquecernos con ella.
Vivir, pensar y soñar glocalmente es una manera de abrirse al mundo y a las posibilidades que éste ofrece: Viajar, trabajar en el extranjero, aprender idiomas, nutrirte de otras culturas e incluso permitir a otros nutrirse de la cultura y tradiciones propias. Yo elijo vivir así, ¿y tú?