Hace unos pocos días me llevé la alegría de ser nominada a este premio a los blogs pequeños y poco conocidos, de mano de Sara Matos, dueña y señora de Saragrafías, a quien os recomiendo sin dudarlo si os gusta la poesía.
En esta nominación, en vez de 11 preguntas solo se nos ha hecho una. Sí, se que parece más fácil, pero os aseguro que la pregunta en cuestión me ha tenido pensando mucho más tiempo del que puedo tardar en contestar 11 preguntas random. Allá va.
¿Qué te hace realmente feliz?
Le he dado miles de vueltas a esto durante gran parte de mi vida y la conclusión es que hay cientos de cosas que me hacen feliz en el día a día. Porque la felicidad, para mí, viene a través de momentos. Me hace feliz viajar, respirar aire puro, un pedazo de queso, la sonrisa que alguien me dedica al cruzarse conmigo en la calle, una conversación profunda sobre la vida, una canción, el calor del sol en mi cara, el olor a sábanas recién lavadas al entrar en la cama, y así hasta el infinito de cosas.
Pero lo que me hace feliz no son esas cosas, sino mi actitud hacia ellas. Porque seamos sinceros, cuando me levanto con el pie izquierdo (gracias a dios no muy a menudo) el sol en mi cara quema y me ciega, las sábanas limpias están demasiado frías y si te fías algo húmedas todavía, una conversación profunda me frustra, ninguna canción me satisface y el queso ni lo abro, no vaya a ser que esté pasado y me ponga enferma solo de olerlo.
Entonces, la felicidad para mí es una actitud frente a la vida, una forma de ser, pensar y actuar en consecuencia y proviene de muchas fuentes.
La tolerancia, con uno mismo y con el resto, que nos hace aceptarnos y aceptar lo que nos rodea, no necesariamente estando de acuerdo, pero respetando.
El amor desinteresado, generoso, del que da sin intención de recibir. Da porque le nace y le reconforta.
El pensamiento crítico, para no quedarse estancado y comprar todo lo que te quieran vender. Para saber distinguir y crear nuestros propios criterios sin dejarnos manipular.
La curiosidad, como un motor de vida que nos lleva a descrubrir nuevos horizontes, y mejor aún, que nos permite revivir una y otra vez esa alegría inocente del niño que llevamos dentro, que siempre encuentra algo por lo que sorprenderse.
Pero sobre todo lo demás, la libertad. De elegir quién queremos ser y quién no, de no depositar tu felicidad en las manos de otros ni tener que depender de nadie para conseguirla. La libertad de compartir tu felicidad con otros, o no, o con estos sí y con aquellos menos porque no congenias tan bien. La libertad de que da igual el camino por el que vengas, que tu decides cuál seguir a partir de este momento.
Y ahora que he divagado un rato, me gustaría nominar a una de las nuevas adquisiciones que he añadido a la lista de blogs que sigo, porque su blog pinta de maravilla:
Mi pregunta para ella siguiendo con la temática profunda será, ¿qué vida crees que te haría feliz si pudieras elegir tu destino?
¡Espero no habértelo puesto muy difícil!
Un abrazo.