Incluso las torres más altas, testigos de miles de historias, pueden desgastarse con el tiempo. En mi memoria, sin embargo, seguiran erguidas hacia el cielo vigilando la noche.
Even the highest towers, witness of so many stories, might be worn away by the course of time. I will always recall them rising proudly towards the sky though, watching the night.
Hasta hace no mucho no sabía cómo definir el síndrome del espíritu viajero, simplemente porque no existe una palabra concreta para esto en castellano. Sin embargo, me alegré mucho cuando descubrí que en otros idiomas sí que tiene nombre propio. Porque seamos sinceros, si no puedes nombrar algo es casi como si no existiera, mientras que un nombre vuelve el sentimiento más real, universal y compartido.
A lo que los nativos ingleses se refieren como WANDERLUST, yo simplemente lo llamaba “ansia”, “mono”, “quiero teletransportarme a una isla desierta” o “a mí metedme en un avión rumbo a cualquier parte y ya encontraré el camino de vuelta”.
Todo empieza sin casi darte cuenta, cuando estando en casa sueñas despierto con estar en otro lugar. Pero eso no es suficiente, eso es algo que hacemos el 99% de la población, en especial en horas de trabajo.
El verdadero detonante, lo que marca la diferencia, es el primer gran viaje. Esa primera aventura que libera la necesidad innata de viajar. Si lo mezclas con un buen chorro de curiosidad y unas cucharadas del aventurero que llevas dentro, se transformará en una realidad irrevocable de la que sabes que no te podrás, ni querrás, escapar.
Una vez superado ese primer momento de pánico cuando haces un gran descubrimiento (lo mismo que cuando te enamoras, o cuando vas a dar el primer mordisco a un experimento culinario), sólo te queda dejarte llevar por esa necesidad y no ponerle límite.
Y ¡voilá! Ahora ya eres oficialmente un wanderer, viajero, aventurero, trotamundos, nómada, espíritu libre, explorador o, como dirían las abuelillas de mi pueblo “una culo inquieto”.
Eso es el Wanderlust para mí. Mucho más que las ganas de irse de vacaciones común a todo ser humano. Es una necesidad esencial de descubrir cada rincón del planeta, sin prisa pero sin pausa. Y sobre todo, no es una necesidad pasiva, es una necesidad que te arrastra a la acción.
A pesar de no haber tenido mucho tiempo últimamente, me apetecía mucho escribir, y que mejor que hacerlo hoy, 5 de Julio, para recordaros que mañana es lunes. Y será un lunes especial no sólo para los griegos, que han decidido ser los dueños de su propia historia, sino para todos los que estamos en Pamplona, esperando con ansia el mejor día del año que se puede vivir en la ciudad: El comienzo de los San Fermines.
AFP PHOTO/Pedro ARMESTRE
Normalmente un día 5 de Julio es un día normal y corriente. Cuando cae entre semana la gente va a trabajar como de costumbre, mientras que cuando cae en domingo, como este año, la gente aprovecha para descansar o hacer los planes de siempre con sus amigos o familia. Sin embargo, hay un componente común a todos los 5 de Julio, y es la tensión y la expectación. Nadie está totalmente mentalizado de que el día 6 está a la vuelta de la esquina y de que la ciudad se va a revolucionar por completo en menos de 24h. Aunque al mismo tiempo, es el tema de conversación recurrente en la boca de todos. El centro de la ciudad empieza a llenarse de extranjeros de todas partes del mundo, muchos de ellos pisando la ciudad por primera vez. Los vallados están preparados y la gente recorre las ciudad con intriga, intentando imaginar esas mismas calles al día siguiente teñidas de blanco y rojo.
Mucha gente huye de la ciudad el día 5, pero para todos los que estamos aquí es un día extraño e incluso un poco incómodo. Es extraño porque sabes que mañana va a ser un gran día, pero a su vez estás haciendo algo tan rutinario que no te sientes mentalizado al 100%. Es incómodo porque es el típico día en el que es difícil relajarse del todo, porque estás demasiado pendiente de que mañana está cada vez más cerca y no puedes quitártelo de la cabeza ni aunque quieras. Si no lo piensas tú, algún amigo sacará el tema. Si estás sólo en casa, la televisión se encargará de recordártelo. Sabes que tienes muchas cosas que hacer: Buscar tu ropa vieja, sacar del baúl de los recuerdos tu pañuelo rojo (si logró sobrevivir al año pasado), sacar todo lo prescindible de tu cartera (es decir, todo menos el dinero y algún documento identificativo), apañarte un móvil viejo, etc. Cosas que se suelen dejar para las 22:00 de la noche, que es cuando todo el nerviosismo que albergabas sale a la luz y te acuerdas de pronto de que olvidaste comprar tu botella de champagne…
Pero es un tipo de día incómodo muy apetecible. Si alguno puede viajar a Pamplona un 5 de Julio y pasear por el Casco Viejo, es algo que recomiendo, para poder vivir la emoción del día 6 al máximo y poder comparar el antes y el después de la ciudad en menos de 24h. Es un cambio radical. La expectación flota en el aire y te invaden un montón de sentimientos, que no son los tuyos, sino de todos aquellos que tienes alrededor. Son sentimientos colectivos. Da igual si eres Pamplonica como yo, un Australiano que repite año tras año, o algún peregrino del camino de Santiago que ha llegado a Pamplona casi de casualidad sin saber lo que se avecina. Todos aquellos que recorran Pamplona un 5 de Julio se verán atrapados en los mismos sentimientos involuntariamente, y sabrán que está pasando algo. Sabrán que están siendo parte de algo.
Y no es que lo diga yo, esto lo sabe hasta Dimitri!!! (No podía resistirme a ponerlo después de haberlo recibido por unas 10 conversaciones de whatsapp diferentes)
Me toca ir corriendo a por mi pañuelo, pero espero poder escribir pronto y describiros cómo es un día 6 de Julio en Pamplona, algo que sin duda merece la pena vivir al menos una vez en la vida.