“- Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
– Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar —dijo el Gato.
– No me importa mucho el sitio… —dijo Alicia.
– Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes —dijo el Gato.
– … siempre que llegue a alguna parte —añadió Alicia como explicación.
– ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte —aseguró el Gato—, si caminas lo suficiente! “
Lewis Carroll – Alicia en el País de las Maravillas

Al igual que Alicia, muchos de nosotros nos hemos encontrado al final de un camino mirando al horizonte y sin saber muy bien qué camino tomar a partir de ahí. Lo mismo sucede cuando llegas a un cruce de caminos y quedas ahí en medio, pensando: “¿Debería seguir mi camino? ¿Tal vez debería probar este otro?”.
Últimamente no paro de escuchar (sobre todo aplicado al ámbito empresarial/profesional) lo importantísimo que es tener una meta, saber siempre qué objetivo se persigue para asegurarnos de tomar las decisiones que nos lleven hasta lo que queremos conseguir. Ciertamente, tener clarísimo en todo momento lo que se quiere lograr es una buena forma para evitar equivocarse o desviarse demasiado del camino que nos lleve a conseguirlo.
Sin embargo, en un mundo como el de hoy en el que las opciones son infinitas no siempre es fácil fijarse una meta o tener absolutamente claro a dónde se quiere llegar. Pero tengo una buena noticia: INCERTIDUMBRE ≠FRACASO.
La vida está llena de interrogantes; cuando por fin creemos tener todas las respuestas y reaccionamos, surgen nuevas preguntas, nuevas metas, nuevos caminos. Todo cambia a lo largo del camino, incluidos nosotros mismos y lo que perseguimos.
Las grandes decisiones nos aterrorizan porque la presión de equivocarse es mayor, como también lo es el sentimiento de perderse algo escojas lo que escojas. Lo que no entendemos es que muchas veces son las decisiones más simples las que marcan el rumbo de nuestra vida casi sin darnos cuenta. Como aquellas dos personas que decidieron coger un autobús diferente al habitual, llegando a conocerse de manera totalmente aleatoria y gracias a las cuáles nací y escribo hoy. Ellos, sin saberlo, aquel día en aquel autobús, tomaron sin siquiera ser conscientes de ello un camino que marcaría sus vidas, y las de muchas otras personas.
Por eso mismo, si no tienes muy claro a dónde quieres llegar cualquiera de los caminos puede servir. Como el tiempo no va a esperar a que lo averigües, si no sabes a dónde quieres ir déjate llevar y camina sin miedo.
Los cruces asustan. Asusta ir y asusta volver. Las preguntas asustan y también lo hacen muchas respuestas. Pero que no te asuste echar a andar sin saber muy bien a dónde te llevará el camino, porque siempre llegarás a algún sitio si andas lo suficiente.